Este año, con motivo del programa cultural Madrid Otra Mirada (MOM), organizado por el Ayuntamiento del 19 al 21 de octubre, van a abrir sus puertas muchos de los más relevantes edificios del Paseo del Prado, el Retiro y sus alrededores. Un área que, bajo el lema de “paisaje de las artes y las ciencias”, se ha propuesto a la UNESCO para que forme parte de la lista del Patrimonio Mundial.
Aunque podría haber elegido alguno de los edificios más conocidos de la zona, como el Real Observatorio o el Ministerio de Agricultura, este año he decidido visitar la casa-palacio de don Manuel González Longoria, un inmueble del Barrio de Jerónimos que desde 1925 es la sede del Colegio Notarial de Madrid. Su fachada de ladrillo visto, su zócalo de granito, sus balcones de hierro y su chaflán curvo con mirador incorporado son un ejemplo prototípico de la arquitectura residencial madrileña del siglo XIX. Sin embargo, sus vidrieras de Mauméjean y sus fastuosos salones, que no conocen la mayoría de los viandantes que pasan por la calle Juan de Mena, hacen que esta sea una obra excepcional.
Después de hacer una fortuna en Cuba, Manuel González Longoria y Cuervo decidió profundizar en los negocios bancarios y emprender una carrera política en Madrid. Fue elegido en varias ocasiones Diputado y finalmente nombrado Senador vitalicio por el Partido Conservador. Aunque él no llegó a adquirir un título nobiliario, sus hijas emparentarían con la aristocracia y a su hijo le sería concedido el de Marqués dela Rodriga, en una estrategia de legitimación muy característica de la burguesía decimonónica. Del mismo modo este palacio, concluido en 1889, es fiel reflejo del ascenso social y de reconocimiento público pretendido por su promotor desde que regresara de América.
El palacio se conoció en su tiempo como el de la familia González Longoria y no hay que confundirlo con el de Longoria, levantado catorce años después por su sobrino en la calle Fernando VI (hoy sede dela Sociedad Generalde Autores y Editores). José Marañón Gómez Acebo fue el arquitecto de este edificio que además de residencia principal en la planta noble, con acceso propio por la calle Juan de Mena, tuvo en el tercer y cuarto piso viviendas de alquiler, hoy transformadas en oficinas para el Colegio Notarial de Madrid. No obstante se han conservado los ámbitos más suntuosos del conjunto: el Salón dorado, de estilo Luis XVI y con un techo pintado por Salvador Martínez Cubells en el que se muestra la historia de Orfeo y Euridece; el gabinete, una salita circular cubierta por preciosas sedas de temática oriental, y el comedor, que recuerda al del Palacio del Marqués de Cerralbo, también en Madrid. El portal, con motivos decorativos de inspiración mudéjar, y la escalera, amplia y de mármol, hacen entender al visitante que a finales del siglo XIX esta fue una de las casas más ricas de la ciudad.
Dado que este año el MOM quiere reivindicar el área comprendida entre el Paseo del Prado y el Parque de El Retiro, es interesante señalar que el barrio de Jerónimos, situado en el centro de este entorno, conserva la mayor concentración de edificios de la nobleza y la burguesía que hay en Madrid. Gracias al esfuerzo del Colegio Notarial, la casa-palacio de don Manuel González Longoria es un ejemplo excelentemente bien conservado de lo que podemos encontrar en estas calles. A partir de la década de 1960 del siglo XIX la ciudad no sólo experimentó un importante crecimiento reflejado en la apertura de los ensanches, sino también en este peculiar enclave urbano surgido en los terrenos que hasta entonces ocupaban el palacio de El Buen Retiro y parte de sus jardines. ¡Bienvenidos al Madrid elegante que este año centra la atención del MOM, entre el 19 y el 21 de octubre!