Una vez más el Teatro Real reúne en una misma producción a un extraordinario plantel de artistas. En esta ocasión la apuesta ha sido estrenar en España Only the sound remains, la última ópera de la compositora finlandesa Kaija Saariaho, recientemente galardonada con el premio Fronteras del Conocimiento en la categoría de Música Contemoporánea que concede la Fundación BBVA. Mientras que al frente de la dirección musical está Ivor Bolton, la puesta en escena corre a cargo de Peter Sellars, muy familiarizado tanto con el trabajo de la autora así como con el coliseo madrileño, para el que ha montado en los últimos años Ionlanta y Persephone, The Indian Queen y Tristan e Isolda. El reparto lo integran el popularísimo contratenor Philippe Jaroussky, el barítono Davone Tines y la bailarina Nora Kimball-Mentzos.
Casi como si fuera una consecuencia literal del título, “sólo queda el sonido”, el principal logro de la vaporosa música de Saairaho es que consigue generar momentos de gran intensidad en los que cierto desasosiego se instala en nuestros corazones hasta el final de la ópera. Considerada por la crítica una compositora postimpresionista y perteneciente a la segunda generación del espectralismo francés (cabe destacar que buena parte de su carrera la ha desarrollado en París), Saairaho ha sido reconocida por combinar tecnología informática con instrumentos acústicos. En Only the sound remains, las flautas, la percusión, el Kalevala (un instrumento finlandés), el cuarteto de cuerda (Meta4 Quartet) y por supuesto el coro (Theatre of Voices) y los cantantes se ven levemente manipulados por medio de reverberaciones electrónicas.
Todo está hecho con tal delicadeza y sobriedad, que nada parece excesivo ni gratuito, a excepción de las dos historias que cuenta Only the sound remains, escritas por el poeta Ezra Pound a partir de las traducciones y el estudio que Ernest Fenollosa hizo del teatro noh japonés. Tanto en Always strong como en Feather Mantle, el díptico que compone la obra total, la acción dramática es lo de menos, y son en esencia un capricho formal o un ejercicio de erudición. Hablan de espíritus que regresan y ángeles danzantes a los que Philippe Jaroussky, Davone Tines –además de cantante un actor extraordinario– y Nora Kimball-Mentzos dan una corporeidad y un erotismo estremecedor, pero el verdadero sentido de esta ópera es la música de Saairaho, que desde la contemporaneidad nos propone una suerte de nuevo misticismo.