Leonardo, Caravaggio, Madrid

Categoría: Arte y Cultura 15 abril 2021

Códice Madrid. Leonardo da Vinci. BNE.

Hace dos años, con motivo del quinto centenario de la muerte de Leonardo da Vinci, la Biblioteca Nacional de España organizó una muestra, no exenta de polémica, en la que podían verse los dos manuscritos del polifacético creador que se conservan en España. Aunque los conocidos como Códices Madrid I y II no se exhiben ahora en la exposición que acoge la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, titulada El ingenio al servicio del poder, la misma trata de explicar cómo su contenido, las 540 páginas que versan sobre mecánica y construcción de fortificaciones, podría haber condicionado el desarrollo de las obras de ingeniería en la Corte de los Austrias.

Estos días se habla  también en los medios de comunicación del posible descubrimiento de un cuadro de Caravaggio en Madrid. Se trata de una representación del Ecce Homo que iba a salir a la venta en la Casa de Subastas Ansorena. El Museo del Prado ve plausible la hipótesis de la historiadora del arte Cristina Terzaghi, que se pregunta si la obra no llegaría a España a mediados del siglo XVII como parte de la colección de García Avellaneda, virrey de Nápoles que también fue propietario de otra obra del pintor, Salomé con la cabeza del bautista, hoy conservada en el Palacio Real. Todavía es pronto para afirmar que el cuadro sea del artista o de su taller, o de alguno de los numerosos seguidores que tuvo en toda Europa el maestro tenebrista. En cualquier caso, siguen abiertas todas las posibilidades y esta historia detectivesca, narrada día a día por los conservadores y especialistas, ilustra los viajes, a veces insólitos, que en el pasado hicieron los tesoros, más o menos conocidos, de nuestro patrimonio.

Salomé con la cabeza del Bautista y Ecce Homo. Caravaggio. Palacio Real y colección particular respectivamente.

El rastro de los Códices Madrid I y II es sin embargo mucho más fácil de seguir. Según se cuenta en la exposición de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando los trajo el escultor Pompeo Leoni, cuando vino a hacer los cenotafios de Carlos V y Felipe II en El Escorial. Años más tarde pasarían a la colección de Juan de Espina, musicólogo español muy interesado por las curiosidades científicas y tecnológicas, y de las que su casa era una suerte de museo, «una abreviatura de las maravillas de Europa», en palabras de Quevedo. Y más tarde, a las colecciones reales y a la Biblioteca Nacional. Durante siglos parecía que estos manuscritos no estuvieron al alcance de la mayoría de los arquitectos, inventores y científicos españoles, pero la muestra sugiere que, junto a los valiosos códices que conservamos en España, también llegaron a Madrid otras obras autógrafas de Leonardo da Vinci, hoy atesoradas en París, Londres o Milán, e incluso señala que las anotaciones en castellano de los mismos se deben a su uso en la Corte de los Austrias.

Sea o no cierta la tesis que sostienen los comisarios de la exposición, de lo que no cabe duda es de que el Siglo de Oro fue también una época extraordinaria para el desarrollo de la tecnología y la ciencia en España. Nombres como los de Juanelo Turriano, a quién se debe el ingenio que subía agua desde el río Tajo hasta el alcázar de Toledo; Jerónimo de Ayanza, que inventó el primer traje de buzo de la historia; o Pedro Juan de Lastanosa, que probablemente es el autor que está detrás del tratado de hidráulica, Los veintiún libros de los ingenios y de las máquinas, jalonan un recorrido que además sobrevuela por la historia de los Reales Sitios, y de hitos tan significativos como el uso de las grúas inmensas que sirvieron para levantar el Monasterio de El Escorial o el sistema de canalización y control del agua de los jardines de Aranjuez, que durante un siglo fue el mayor jardín botánico de Europa.

Los ventiún libros de ingenios y maquinas. Pedro J. Lastanosa. BNE.

¿Fue Leonardo una fuente de inspiración para todos estos avances? No me atrevería a afirmarlo. Tal vez fuera más influyente la creación en 1582 de la Academia de Mathemáticas y Arquitectura Militar, con sede en el desaparecido Alcázar de Madrid, y con la que Felipe II pretendía consolidar un centro de formación científica que le permitiera a la corona prescindir de los ingenieros italianos y flamencos. Tiburcio Spannocchi y Juan de Herrara, arquitecto del rey, fueron los responsables de esta iniciativa que fomentó la traducción por primera vez al español de buena parte de los tratados más importantes de la época relacionados con materias como matemáticas, fortificación, cosmografía o navegación.

Buena parte de este patrimonio, como ha sucedido con el cuadro que podría ser de Caravaggio, se encuentra en los márgenes, al igual que esas anotaciones en español de los manuscritos de Leonardo. Los investigadores están a ello: rescatando nombres y haciendo, con exposiciones como esta, que al público general nos suenen más familiares. Quién sabe si algún día también aparecerá en una casa de subastas de Madrid la firma de Leonardo, o al menos sus huellas, o tal vez el dibujo que alguien pudo hacer a partir de sus ingenios.

Estuche instrumental astronómico. Thobias Volckhmer. Museo Naval.

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