Todavía queda una semana para acercarse a ver esta disparatada comedia de enredo escrita por Enrique Jardiel Poncela en 1942 y que ahora Pilar Massa dirige para el Teatro Español sin quitarle un ápice de chispa ni de sabor de época.
Jardiel Poncela estrenó Es peligroso asomarse al exterior en plena posguerra. Tres años más tarde la llevaría a la gran pantalla Alejandro Ulloa. Podemos imaginar que como tantos otros títulos del maestro del humor fue un éxito rotundo, tal vez porque reflejaba una España feliz, elegante y cosmopolita que poco o nada tenía que ver con la España real. La obra nos cuenta algo que, tanto entonces como ahora, resulta toda una provocación: una joven se compromete a la vez con tres hombres distintos, sin que estos se den cuenta. Más adelante se defiende cuando explica que juntando todas las cualidades de cada uno alcanzaría el amor ideal. Ella misma se comporta de una manera o de otra dependiendo de si está con el señor maduro, con el bohemio soñador o con el deportista aventurero. Y sin embargo les quiere, desea lo mejor para ellos y para sí misma, y no es capaz de decirles la verdad hasta que llega la fecha límite, las tres bodas que van a celebrarse en Madrid. Además, da la casualidad de que los tres hombres son familia, dos son hermanos y el mayor, el padre viudo. Cuando se desvela el pastel, lejos de enfrentarse unos con otros, sucede lo más inesperado…
Y lo más inesperado es también lo más moderno que podemos encontrar en el teatro de Jardiel. Lejos de cualquier atisbo de cursilería o conservadurismo moral, sus personajes -y muy especialmente las mujeres-, se desenvuelven con un desenfado asombrosa. Si el autor reivindicara algo -porque en realidad no reivindica nada más que el puro placer de divertirse-, casi podría decirse que ésta es una apología del amor libre avant la lettre, pero también del poliamor, de la capacidad de enamorarnos simultáneamente de varias personas y de las enormes posibilidades de que esto acabe como El camarote de los hermanos Marx. Hay una ligereza en el texto que quizá aprendió Jardiel Poncela en Hollywood, donde se dedicó a hacer versiones en castellano para la Fox, y una idea del absurdo que lo emparenta con los cómicos de la revista gráfica La Codorniz, y como no con Rafael Azcona, el mejor guionista español y su mejor heredero en el cine. La escena de los novios que leen juntos el mismo libro página a página y sin separarse un milímetro o la argumentación de que es más fácil no aprender un idioma que aprenderlo son un buen ejemplo de esta noción del disparate llevada a sus últimos consecuencias. Pero si hay algo que parece más difícil que imitar a Jardiel Poncela eso es encasillarlo. Ateo para los católicos, burgués para los comunistas. Conseguía hacer reír a casi todo el mundo y enfadar a unos pocos.
Pilar Massa ha tomado una decisión valiente. No ha tocado prácticamente el texto y ha montado a Jardiel como se ha hecho toda la vida, es decir con una escenografía de corte realista, que firma Estudio Dedos, y cómicos más preocupados por decir el texto al ritmo adecuado que en hacer una reinterpretación de los personajes. Es una voz tan viva, que su sentido del humor funciona igual que el día del estreno -y hay que ver lo mal que caduca el humor en otras ocasiones-. Me recordó a la primera obra del autor que yo vi en mi vida, Los habitantes de la casa deshabitada, escrita el mismo año que Es peligroso asomarse al exterior y reestrenada también en el Teatro Español pero en 1998.
En esta reseña me gustaría subrayar el esfuerzo del Teatro Español para poner en marcha una producción que cuenta con catorce actores. Ellos son Jacinto Bobo, Katia Borlado, César Camino, Raúl Fernández de Pablo, Daniel Freire, Elena González, Malena Gutiérrez, Paco Ochoa, Guillermo Manuel Ortega, Lucía Quintana, Cynthia Rosado, Guillermo de los Santos, Raquel Varela y Samuel Viyuela González. Hasta el 25 de febrero Es peligroso asomarse al exterior en el Teatro Español.