La extraordinaria colección de arte contemporáneo del Kunstmuseum Basel puede verse en Madrid hasta mediados de septiembre. Mientras en la galería central del Museo del Prado Picasso dialoga con Goya y Velázquez, en el Reina Sofía las exposiciones Fuego Blanco y la dedicada a los coleccionista Im Obersteg y Rudolf Staechelin recorren el arte del siglo XX desde las primeras vanguardias hasta la actualidad.
Una vez más el Prado invoca al que tal vez sea el artista español más conocido en todo el mundo: Pablo Picasso, que además fue director honorífico del museo durante la Guerra Civil, entre 1936 y 1939. Siempre se dice que la pinacoteca abarca el arco cronológico que va del principio de los tiempos de la historia del arte hasta 1881, año en el que nació el pintor malagueño. Pablo Picasso conoció muy bien las obras que ahora se presentan junto a las suyas en la galería central, ya que vivió en Madrid a finales del siglo XIX, cuando vino a formarse en la Real Academia de San Fernando. Comparándolo a sus maestros casi siempre resiste. Resisten sobre todo sus obras de las fases clasicista y cubista, que además sirven para subrayar la complejidad de las obras de Veronés, Rubens, Murillo o Velázquez. La exposición son sólo diez obras, pero diez obras que arrojan luz sobre la colección permanente del Museo del Prado y que ilustran muchas de las épocas que atraviesa la biografía de Picasso.
A pocos metros de allí, en el Museo Reina Sofía, la lista de autores que conforman Fuego Blanco es tan completa que parece copiada de un manual de introducción al arte contemporáneo. Desde las primeras manifestaciones de la abstracción, con Kandinsky y Mondrian a la cabeza, hasta el Minimalismo de Danald Judd. Y de las propuestas expresionistas de Kirchner y Munch – obras adquiridas en la venta pública que el régimen nazi hizo tras la mítica exposición de Arte Degenerado de 1939 –, a la figuración pop de Warhol, la colección Kunstmuseum Basel refleja con gran nitidez el canon del arte contemporáneo, lo que un europeo culto debe saber al respecto. No obstante, como comenta el catálogo de la exposición, existe un enorme interés por el género del paisaje y la arquitectura, disciplinas que son especialmente relevantes en la tradición suiza. Es importante señalar que la colección es resultado tanto de una serie de donaciones provenientes de la burguesía suiza como de las adquisiciones del ayuntamiento y cabe destacar que el Kunstmuseum Basel es el primer museo público municipal de la historia del arte.
En el contexto de estas exposiciones, como han comentado los medios de comunicación, el Reina Sofía acogerá a partir de julio el que, hasta el momento, es el cuadro más caro de la historia: Nafea Faa Ipoipo, una obra de Gauguin por la que los museos de Catar pagaron 300 millones de dólares y que en su día perteneció al coleccionista Rudolf Staechelin. Sin embargo la verdadera sorpresa de la cita es la misma exposición que el museo dedica a Staechelin y a Im Obersteg, dos de los mayores donantes que contribuyeron a la formación del Kunstmuseum Basel. Las obras de Cézanne, Pisarro o Chagall reflejan con claridad el gusto de una época, de una clase, de la burguesía suiza, culta y cosmopolita de la primera mitad del siglo XX. Coleccionismo y Modernidad es una metáfora de la Europa anterior a la Segunda Guerra Mundial y una ocasión excepcional para conocer las vanguardias históricas.