Duchamp, Magritte, Dalí…

Categoría: Arte y Cultura 12 abril 2018

Retrato surrealista de Mae West. Dalí.

Tal vez el más influyente de los movimientos de vanguardia del siglo XX haya sido el Surrealismo. Prueba de ello es que “surreal”, “surrealista” se ha convertido en un adjetivo de uso común entre el público general y no sólo para referirse a obras de arte, sino también a situaciones de la vida cotidiana. No es tan raro oír cosas como “que este trabajo parece surrealista” o “vaya boda surreal”. Ahora, después de su paso por Bolonia, llega al Palacio de Gaviria –por cierto un tanto surrealista en sí mismo– una exposición que explica el origen y el éxito de esta corriente artística que pretendía cambiar ni más ni menos que la vida.

Bajo el título de “Revolucionarios del siglo XX”, se presenta una extraordinaria selección de obras procedentes todas ellas del Museo de Israel de Jerusalén, el mismo que conserva los legendarios manuscritos del Mar Muerto. Como explica su directo, Ido Bruno, muchas de estas obras las donó hace veinte años el galerista milanés Arturo Schwarz, poeta y amigo personal de algunos de los integrantes del grupo, como André Breton, autor del primer manifiesto surrealista, Man Ray o Jean Arp. Y también de Duchamp, que pese a no formar parte de forma oficial del movimiento, fue una referencia para todos ellos.

Lo de que fueran unos verdaderos revolucionarios es discutible. Solía decir Buñuel que el “Surrealismo triunfó en lo accesorio y fracasó en lo esencial”. Y no le faltaba razón. Aunque transformó el cine, la publicidad, la moda y los medios de comunicación, e hizo que el público aceptara con enorme naturalidad lo absurdo e irracional, sin embargo no cambió la vida ni tuvo –pese a ponerse durante algunos años al servicio de la revolución– el más mínimo impacto en la conciencia política de su público. Las obras de Magritte, Tanguy, Ernst, Picabia, Calder o Dalí fueron objeto de deseo de los grandes coleccionistas y los museos y un aburguesamiento más o menos predecible marcó el devenir del movimiento que pretendía poner patas arriba la cortesía y la moral. ¡Al fin y al cabo se trataba de unos “chicos bien” que todos los días se ponían corbata!

Pero el Surrealismo y su inmediato precedente, el Dadaísmo –surgido en el contexto de la Primera Guerra Mundial como respuesta irreverente a lo absurdo del conflicto bélico–, están detrás de algunos de los iconos indiscutibles del siglo XX. Por ejemplo, en la exposición del Palacio de Gaviria podemos ver una reproducción de la Sala Mae West de Dalí, con ese popular sofá con forma de labios, o el cuadro de el Castillo de los Pirineos de Magritte, una fortaleza en lo alto de una piedra que flota en el cielo. También se muestran algunos de los ready-made, objetos encontrados, de Duchamp, pinturas de Miró o collages de Hannah Höch, entre otros muchos materiales extraordinarios que raramente volverán a salir del Museo de Israel de Jerusalén.

The Castle of the Pyrenees. René Magritte (1959) y Pájaro. Joan Miró (1960)

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