Bajo el título de “Alquimista del tiempo”, acaba de inaugurarse en Conde Duque una exposición antológica de la obra de Fernando Rodrigo, artista de la Segunda Generación de Realistas Madrileños y una figura imprescindible para comprender la compleja relación entre fotografía y pintura.
Fernando Rodrigo, conocido por sus cuadros de arquitecturas en las que tantas veces se descubren protuberancias matéricas extrañas y sorprendentes, fallecía hace ahora cuatro años, así que esta exposición viene a rendir homenaje a un artista nacido en Segovia en 1944 pero estrechamente vinculado a Madrid. En Madrid tuvo su estudio y una galería de confianza, Leandro Navarro, la misma que ha defendido y defiende el trabajo de otros realistas como Isabel Quintanilla, Carmen Laffón o Antonio López García, de quien Fernando Rodrigo fue alumno en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando.
Con su maestro compartió la misma mirada silenciosa y la captación naturalista de los materiales, sin embargo, su particular interés por las formas geológicas, abstractas, inquietantes y sublimes, subrayan un lenguaje propio en el que una geometría extremadamente regular sirve para subrayar cierta noción de irrealidad. ¿Pero acaso no es irreal cualquier definición de realismo? Como subraya Javier Mazorra, el comisario de la muestra, Fernando Rodrigo practicaba un arte parecido a la alquimia, un arte capaz transformar en algo nuevo –o tal vez eterno– los distintos elementos de la arquitectura clásica.
Al ver los cuadros de Fernando Rodrigo uno tiene la extraña sensación de haber atravesado esas puertas y pasillos anónimos. Pero también es cierto que enseguida descubre que, de haber estado allí, sólo habría podido hacerlo en sueños. La exposición «Alquimista del tiempo» podrá verse hasta el 2 de julio.