En torno al antiguo cuartel de Conde Duque, reconvertido hoy en centro cultural, existe un barrio desenfadado y alegre. Comercio de autor y tiendas de toda la vida comparten espacio con bares, cafés, museos y palacios. Bohemio pero chic, elegante y rebelde a un tiempo. Así es esta emergente y vibrante zona desgajada de Malasaña, a sólo unos pasos de la Gran Vía.
Si la zona se conoce por este nombre es por el cuartel y la calle, llamados así en honor del conde de Miranda y duque de Peñaranda, propietario en sus tiempos de estos terrenos y de algunos más, como ese en el que se alza el Palacio de Liria, del siglo XVIII y residencia de la Casa de Alba. ¿Alguien quiere verlo por dentro? Hay que tomárselo con calma: es obligatorio pedir cita (Tel. 91 547 53 02) y aguantar lista de espera. Pero merecerá la pena, ya que acoge una importante colección de obras de arte, firmadas por Rubens, El Greco, Zuloaga… y Goya, que de él es la auténtica joya que aquí se esconde: el retrato que hizo de la 13ª duquesa de Alba con su perrito faldero. Hasta el 31 de marzo, todas estas joyas están a la vista ya que se exhiben en CentroCentro, en el Palacio de Cibeles, en el marco de la exposición El Legado Casa de Alba.
El Museo ABC y la iglesia de Montserrat completan el circuito más cultural del barrio, el preferido por muchos a la hora del tapeo. Hay que tomarse unas cañas –las mejor tiradas- en El Cangrejero, probar los boquerones en vinagre y el vermú de grifo de las Bodegas Rivas, compartir raciones en La Dichosa y estar avispados para coger sitio en la mesa que da a la calle en la taberna El Maño, con sabor de otros tiempos.
Historia, cultura, gastronomía… Definitivamente, este barrio es diferente, alegre bohemio y desenfadado. Sólo así se entiende que en un local con un añejo letrero en el que se lee “marisquería” haya ahora una tienda de bicis (Ciclos Noviciado). O que diseñadores poco convencionales hayan encontrado en estas calles un lugar donde darse a conocer al mundo. Es el caso de Laura Martínez, que, bajo la firma Peseta, cose y cose bolsos con telas de aquí y de allá. “Empecé haciéndolos para mis amigos y ahora trabajo con Marc Jacobs”, comenta esta joven emprendedora. “Me encanta combinar telas del mundo para hacer cosas que son únicas, porque aquí no hay nada igual. Cada modelo es siempre diferente”. Casi como el propio barrio, en el que Laura se siente feliz: “Es pueblo y es ciudad. Está en medio de todo sin perder la tranquilidad”. Aviso a los que no saben ni hacer un dobladillo: aquí se imparten clases de costura.
Como Peseta, también vende bolsos, pero de cuero, Valentín Alonso quien, desde Taller Puntera, realiza todos sus diseños con su máquina de coser y en su mesa para cortar. Es un artesano de la vieja escuela: “Nos instalamos aquí en 1990. Al principio hacíamos sólo cinturones pero después seguimos con las carteras, los monederos… Vendemos piezas con mucha garantía y a buenos precios”, nos comenta Valentín desde su local del callejón del Cristo al que define como “un lugar de paso con encanto, un auténtico capricho”.
La moda es un referente en Conde Duque, con tiendas sólo para ellas, como Mint Marché, y sólo para ellos, como Sportivo Lento, donde además se puede tomar un estupendo capuccino en su corner de Toma Café. Goyo Otero, su propietario, se empeña en recordarnos que ellos no sólo venden moda, sino “un estilo de vida. Nos gusta el surf, las bicis, el rock… y traemos marcas de fuera que encajan con estos gustos. Este negocio nuestro es bastante sentimental”. Para él la plaza a la que dan las tres tiendas, la de Guardia de Corps, es más que una plaza, “una isla de la que no apetece salir”.