En la barra del bar se escuchan todo tipo de disparates. Algunos, por cierto, bastante razonables. Una vez me dijeron que en una calle de Madrid -Huertas- hay más bares que en toda Finlandia. Otra, que Echegaray es la calle de Europa con más bares por metro cuadrado: 35 locales concentrados en apenas 325 metros. Ciertos o no, estos datos contribuyen a la fama que tiene Madrid como ciudad abierta, cosmopolita y amigable.
Como es lógico, en una oferta de restauración tan generosa como la que tenemos en Madrid cabe de todo. Hay locales para todos los gustos y también para satisfacer las necesidades más diversas. Las tendencias, por supuesto, están a la orden del día. Y así es como en los últimos años hemos asistido al boom de las coctelerías: en un abrir y cerrar de ojos las calles de Madrid se poblaron de shakers, copas de martini y vasos mezcladores. ¡Por no hablar de la sed de gin&tonic que asaltó de golpe a millones de madrileños!
Aunque muchos puedan sorprenderse ante del furor coctelero que ha invadido a la ciudad, hay que decir que Madrid posee una larga tradición en este terreno, que afianzó el gran Perico Chicote en las primeras décadas del siglo pasado con la apertura de dos locales emblemáticos que aún continúan funcionando: el bar Cock (inaugurado en 1921) y el Museo Chicote (1931). Otros establecimientos siguieron su ejemplo, convirtiéndose también en una referencia en coctelería de calidad, como el desaparecido Balmoral, que abrió sus puertas en 1954 y las cerró definitivamente en 2006, o Del Diego, regentado por Fernando del Diego, discípulo de Chicote y una de las grandes referencias de la coctelería clásica en la capital desde los años 90, con una extensa carta que incluye todos los imprescindibles más alguno de propio cuño como su famoso Soltero Tranquilo, dedicado al solitario cliente habitual de la casa.
Por eso, los que observamos desde la barra de un bar el rimo agitado, lleno de vida, que tiene Madrid, no nos sorprendemos al comprobar cómo las nuevas generaciones regresan con entusiasmo a las coctelerías. Así, entre los últimos en llegar destaca, en la calle Jorge Juan, Charly’s Bar, un local con mucho encanto regentado por el genio Carlos Moreno, 1862 Dry Bar, en la calle Pez, con propuestas muy originales, y Kikekeller que además es tienda de muebles y galería de arte.
Más allá del vaivén de las modas, esta ciudad late al ritmo de mojitos, daiquiris y gin&tonics. Y, también, de amistad, convivencia y alegría. Una mezcla perfecta. Como un buen cóctel.