Forman el tándem perfecto: los churros con chocolate llevan alegrando los desayunos de los madrileños desde tiempos inmemoriales. Los más famosos en nuestra ciudad son los de la centenaria Chocolatería San Ginés. ¡Estamos de suerte! Sus maestros churreros nos han contado la receta para que comiences el día en casa con la mejor sonrisa. ¡Ummm!
Que los churros fueron inventados en Oriente y traídos a Europa por los portugueses puede que sea verdad. Pero qué raro se nos hace pensar que una fruta de sartén tan nuestra tenga unos orígenes tan lejanos… Hay otras teorías, como las que dicen que si se llaman así es por las ovejas churras que guiaban los pastores castellanos, que idearon este alimento para comer en el campo al calor de sus hogueras. Lo que sí que es cierto es que a mediados del siglo XIX ya formaban parte de nuestra dieta, a veces casi como golosina en las verbenas y otras como protagonista total en las cartas de los cafés y chocolaterías de moda.
Los churros más famosos de Madrid son los que prepara la Chocolatería San Ginés, en el pasasizo del mismo nombre, junto a la calle Arenal, o, lo que es lo mismo, a solo unos pasos de la Puerta del Sol y de la Plaza Mayor. El local que ocupa fue construido en el año 1890 para servir como mesón y hospedería, aunque solo cuatro años más tarde ya era lo que hoy es. Un lugar estupendo para disfrutar de este particular dulce, que entonces se elaboraba con la técnica conocida como «a hombro», porque era precisamente sobre él donde el churrero colocaba el molde para su preparación.
Huele bien, muy bien, en la Chocolatería San Ginés, donde pueden llegar a servir en un solo día 2.000 chocolates y más de 10.000 churros. Para conseguir esta cifra ayuda que esté siempre abierta, 24 horas al día los 365 días del año. Entrar en ella es como viajar un poco en el tiempo… El verde de las paredes contrasta con el blanco de las mesas, que son de mármol. Cuenta con varios salones en los que podemos ver fotografías de sus clientes más famosos. Una placa recuerda que en este establecimiento pensaba Valle-Inclán cuando hablaba de la Buñolería Modernista en Luces de Bohemia. El histórico arco que la une con la iglesia de San Ginés aparece también en los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós.
Puede que hoy sus mesas aparezcan pobladas de turistas atraídos por su fama y su delicioso olor, pero en otro tiempo era la bohemia quien se sentaba en ellas. Durante la Segunda República la chocolatería era conocida como La Escondida, por su ubicación en un callejón, aunque también hay quien la llamaba el Maxim’s golfo porque era el único local abierto cuando los cafés de la Puerta del Sol cerraban. Con el transcurrir de los años se convertiría en el preferido de todos aquellos que querían prolongar la noche después de asistir a una función de teatro.