Bernarda y Poncia (silencio, nadie diga nada). Pilar Civera y Pilar Ávila.

No hay temporada sin Lorca en los teatros de Madrid. Si hace unas semanas asistíamos al estreno de Mariana Pineda en El Español, este mes coinciden cuatro espectáculos a partir de la obra del poeta. En el Teatro Tribueñe podemos ver Bodas de Sangre y La Casa de Bernarda Alba; en el Corral de Comedias de Alcalá de Henares, A vueltas con Lorca, con Carmelo Gómez, y en el Teatro La Encina de la calle Ercilla, Bernarda y Poncia. (Silencio, nadie diga nada), escrita por Pilar Ávila.

La anterior crisis económica se llevó por delante al Teatro Espada de Madera, que abría sus puertas en el número 21 de la calle Calvario. Era un espacio fundado y dirigido por el director Antonio Díaz Floran, que allí mismo impartía clases y montaba, en un escenario que recordaba al tribunal de la Santa Inquisición, sus particulares creaciones, con elementos propios de la pantomima y la vanguardia expresionista. Hasta 2012 pasaron por sus tablas los personajes de Molière, Shakespeare o Arrabal, pero en el mundillo era más conocido por sus lorcas. Fue en este templo de Lavapiés donde vi por primera vez Yerma, La Casa de Bernarda Alba o El amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín, títulos que volvía a reponer incesantemente, un año tras otro. Había adictos a esta droga, como yo, y también detractores, que veían una manera demasiado peculiar de acercarse al universo lorquiano. Hoy, la mayoría de los que conocimos el Teatro Espada de Madera lo echamos de menos, y por esto, cada vez que vuelve Lorca a los escenarios independientes de Madrid nos acordamos del extraordinario trabajo que hizo durante veinte años Antonio Díaz Floran. Sirva este párrafo de homenaje.

Lorca también es un autor habitual en el repertorio de la compañía Tribueñe, que lo han llevado a escena en inumerables ocasiones. El último fin de semana del mes de abril consagran su teatro de la calle Sancho Dávila 31 al poeta. El viernes 21, bajo la dirección de Irina Kouberskaya, han programado Bodas de sangre, que ha sido concebido con la solemnidad de acto sacerdotal, para acercar la tragedia rural, andaluza y española a la tragedia griega y universal, en un espectáculo que cristaliza la esencia del drama. Y el sábado 24 reestrenan La Casa de Bernarda Alba, que la misma directora nacida en Moscú montó junto a Hugo Pérez de la Pica en 2010. En su momento llamó la atención de la crítica el ritmo pautado del movimiento de las actrices, que parecían decir el texto como si este colgara de una partitura.

En un sentido radicalmente opuesto, A vueltas con Lorca es un recital teatralizado que incluye fragmentos de obras, poemas y artículos del escritor, junto a otros de Cervantes y Lope, con la intención de ofrecer una imagen polifónica del mismo. Puede verse este fin de semana en el Corral de Comedias de Alcalá de Henares donde, acompañado al piano por Mikhail Studyonov y bajo la dirección de Emi Ekai, se sube al escenario Carmelo Gómez, que de esta manera se suma a una larga lista de actores y cantantes que en algún momento de su carrera han leído públicamente a Lorca, casi como si fueran la confirmación de un torero y por lo tanto su consagración como artista. Hace poco le oí decir a Nuria Espert que ella misma comenzó así su andadura de actriz en los cafés populares. Lo hizo la temporada pasada, cuando volvió al Teatro de la Abadía para leer el Romancero gitano. ¿Pero quién no se ha metido en la piel de Yerma, de Adela, de la Novia?

Lo que no resulta tan habitual es que los personajes nos acompañen más allá del punto y final de su texto. Esto es lo que sin embargo le ha sucedido a la actriz Pilar Ávila, que en 2015 interpretó a Bernarda Alba en una producción de la compañía Martes Teatro, y desde entonces, como si tuviera la facilidad de hablar con los espíritus, sigue escuchando las voces de la madre autoritaria que encarnó y que pese a la desesperación de sus hijas en el drama lorquiano no se ablandaba, no cedía ni un milímetro. En Bernarda y Poncia. (Silencio, nadie diga nada), escrita durante el confinamiento de 2020, Ávila nos cuenta lo que sucedió ocho años después de la muerte de Adela, pero frente a la imagen encorsetada de la viuda que decide enterrarse en vida, en esta secuela descubre la otra cara de la misma mujer, herida también de amor. En un ejercicio de piedad insólito, la autora hace que comprendamos algo mejor a Bernarda, de la que tan mal hemos hablado durante tantos años, y de paso nos regala historia no contada de Poncia, la criada fiel, el tronco necesario sobre el que crece el rosal, con sus flores y espinas. Dirigida por Manuel Galiana e interpretada por Pilar Civera (Poncia) y la propia Pilar Ávila, esta joya de Teatro Íntimo puede verse todos los jueves de abril en el Teatro La Encina.

Bernarda y Poncia (silencio, nadie diga nada).

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