Tras las paredes de un edificio monumental en el centro de Madrid, cerca de la Puerta del Sol, viven 18 monjas clarisas de clausura, en el monasterio de las Descalzas Reales. Llevan una vida tranquila, al margen de las visitas a este espacio cargado de historia que ha sido declarado Bien de Interés Cultural y cuenta con la distinción de Museo Europeo del año 1987. Está repleto de obras de arte y al recorrerlo disfrutamos de cuadros, pinturas murales, belenes y una serie espectacular de tapices de Rubens. Fundado por Juana de Austria, hermana del rey Felipe II y viuda del príncipe Juan Manuel de Portugal, es un espacio único en la plaza de las Descalzas, que nos traslada a la época de los Austrias españoles de los siglos XVI y XVII.
Antes de ser monasterio fue el palacio de Carlos Gutiérrez, tesorero del emperador Carlos I. En su interior nació su hija pequeña, Juana, que adquirió el inmueble y en 1559 fundó el convento. Había enviudado joven y, como otras mujeres de origen real, dedicó el resto de su vida a apoyar el desarrollo de iglesias y conventos. En el de las Descalzas Reales hubo varias monjas de sangre azul, entre las que se encuentra la infanta Margarita, hija del emperador Maximiliano II de Habsburgo y de María de Austria, que profesó con el nombre de sor Margarita de la Cruz.
Un trampantojo real
Por la escalera principal, decorada con pinturas murales, nos sumergimos en la historia del edificio. A través de un balcón en trampantojo se asoman Felipe IV; su segunda consorte, Mariana de Austria, y sus hijos Felipe Próspero y Margarita, la famosa infanta de Las Meninas. Durante el recorrido aparecen ante nuestros ojos distintas salas repletas de obras de arte singulares. En la de pintura del siglo XVI se exponen obras representativas de ese siglo, con ejemplos de las escuelas flamenca, italiana y española, como el tríptico La Virgen del Papagayo, de Adriaen Isenbrandt.
En el pasillo de acceso al Oratorio descubrimos una serie de cuadros que representa a las Sibilas. Estos lienzos de mujeres que adivinaban el futuro han sido restaurados por Patrimonio Nacional, gestora del centro, junto a más de medio centenar de piezas pictóricas. La representación del Arcángel Jehudiel, el santo ángel protector de la comunidad, del siglo XVI, es otra de las obras mejoradas por los conservadores. En las capillas de la planta alta vamos de sorpresa en sorpresa. Una talla del siglo XVI del Cristo yacente; un belén napolitano del XVII en la de san Miguel; el cuadro La virgen y el niño, atribuido a un discípulo de Leonardo da Vinci, o un rico altar, el de Guadalupe, con 65 paneles de espejos pintados al óleo. En su interior una Virgen vestidera, que es una imagen que solo tiene talladas la cara y las manos. Las monjas se ocupan de cambiarle el vestido cada cierto tiempo.
Tapices de Rubens
La colección de tapices es otra de las joyas del recorrido. Son de gran formato y se exponen once de los veinte con que cuenta el museo. El triunfo de la Eucaristía, diseñado por Pedro Pablo Rubens es uno de ellos, regalo de la infanta Isabel Clara Eugenia. El Viernes Santo, el público puede verlo en el Claustro de Capellanes de forma libre y gratuita hasta completar el aforo, de 11:00 a 17:00 horas. También ese día, por la tarde, se vuelven a abrir las puertas del claustro para la celebración de los oficios y la procesión del Cristo Yacente. Durante estos actos, el templo permanece engalanado con los mejores tapices de su colección, siguiendo una costumbre que data del siglo XVII.
Las visitas al monasterio de las Descalzas Reales son guiadas y su entrada general cuesta ocho euros. Hay descuentos para desempleados y familias numerosas, entre otros colectivos. La iglesia del convento no está incluida en la visita. Fue terminada en 1564 y es una obra de Juan Bautista de Toledo. Se abre al público en horarios de culto y en su interior se encuentran enterrados Alfonso de Borbón, duque de Cádiz, y su hijo Francisco.