Un Apolo a una nariz pegado
El punto central del Paseo del Prado, aquel al que según el plan original deberían haberse dirigido casi en reverencia las miradas de Neptuno y Cibeles, el eje de la obra impulsada por Carlos III, iba a ser la fuente de Apolo, el dios de la Luz y de las Artes. Sin embargo, por aquello de que cuando uno se mete en obras no se sabe bien cuándo acaban, la fuente llamada a ser centro de todas las miradas quedó arrinconada, casi escondida.